martes, 4 de marzo de 2008



En la Haima,

En la Haima el tiempo transcurre de forma diferente, las prisas carecen de sentido y la vida se afronta de otra manera. Tendidos en las alfombras no te asedian los pensamientos de cosas por hacer, una especie de calma se apodera de todo mientras el tiempo se mide entre te y te.

El te acostumbra a prepararlo Lueha, la matriarca de la familia que nos acoge, aunque a veces también lo prepara alguna de sus cuatro hijas. Sería inútil intentar detallar como es el proceso de preparación del mismo porque cuando no olvidara algun paso seguro que me inventaría otro. Lo que sí puedo explicar es que se toman tres tes antes de cambiar las hierbas de la tetera: El primero amargo como la vida, el segundo dulce como el amor y el tercero suave como la muerte.


Por la haima pasan familiares y vecinos, llegan y tienden la mano para después de encajarla llevársela al corazón. Se sientan o se tienden junto a nosotros, conversan y callan, y se marchan como vinieron sin propósito alguno.

El único mobiliario son unas bandejas con patas para la preparación del te, para nosotros, los atletas, han traido unas mesitas redondas y bajas de plástico para que podamos comer más comodamente pero ellos no las utilizan. Cuando el sol se pone la luz brota de un fluorescente conectado a una bateria de coche que a su vez se carga mediante un panel solar que permanece tendido y expuesto al sol justo todo el día.

Solo nos entedemos con Selma, el hijo de 12 años, que ha pasado dos veranos con una família española en Canals, Valencia, tratamos de conversar a veces con mayor éxito otras con menor, tratamos de aprender algunas palabras en hasaní y ellos chapurrean algunas frases en castellano que recuerdan de otros tiempos, los silencios, cuando se dan, no son nada incómodos.

Dejamos las horas marchar, observando otra forma de vivir tan diferente a la nuestra.

D.

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