Mi compañera de redacción en Fòrum-grama escribió hace algún tiempo este texto que creo que merece la pena ser leído. ¿Alguna reflexión?.

Alguien se atreve a teorizar de, ¿por qué motivo a un presidente de los Estados Unidos de América se le puede procesar por impeachment (bochorno según la traducción literal) al dejar que una becaria le haga voluntariamente una felación en el despacho oval y en cambio a otro que lleva sobre sus espaldas la bochornosa muerte de más de 3000 de sus compatriotas soldados y decenas de miles de afganos e iraquíes la mayoría civiles se le deja seguir gobernando?.
¿No creéis que los sucesos deberían seguir una lógica un poco más sólida?. Según la moralidad de los americanos es más reprobable un adulterio, cuantos de ellos no serán adúlteros o peor, y sino que se lo pregunten al senador republicano Edwards (procesado por pederasta) que mandar a tú país, mediante una sarta de mentiras demostradas, a la guerra.
A mí se me ocurre que los que manejan los hilos de este circo utilizan la moral cuando les interesa para lo que les interesa. Es tan valiosa una mamada como el control de unos pozos de petróleo o un gaseoducto. Y tan insignificante como la vida de los puertorriqueños o dominicanos que componen las filas del ejército norteamericano.
¿Cómo los ciudadanos de la superpotencia pueden juzgar un día a su presidente por dejarse chupar el pene y luego esos mismos ciudadanos son capaces de quemar el Corán de los presos de Guantánamo o de dar un trato denigrante a los presos de Abu Graib?, ¿A caso están ciegos o es que los iraquíes son menos que animales?.
Si estamos enviando el planeta a una muerte prematura o en pleno siglo XXI intentamos que los valores de justicia, igualdad y fraternidad sean atendidos en cualquier rincón del mundo, ¿Porqué Estados Unidos no firmó el protocolo de Kyoto y no forma parte de los países que suscribieron el tribunal penal internacional?.
No son suficientes estos síntomas como mínimo para estar mosqueado, como para percibir que algo no está funcionando, como para rebelarse o ejercer el derecho a pataleo, sin embargo no ocurre nada. No ocurre nada mientras lo que arda no sea nuestra casa. Quizás por esos los terroristas estén tan interesados en hacer arder nuestras casas, nuestros trenes, nuestros aviones.
David
Durante mi convalecencia se me ha ocurrido que a parte de comentar la actualidad y compartir algunos sentimientos podríamos hacernos algunas recomendaciones, literarias, cinéfilas, musicales, internautas, incluso descubrirnos o proponer excursiones o visitas. Puro ocio, pura diversión.
Si queréis que vuestras recomendaciones se cuelguen en la página principal del blog tenéis que pedirme que os mande una invitación que tendréis que formalizar. Hasta ahora tenemos derecho a publicar en el blog: Tourist (que soy yo), Wellrivers y Tela. Sino vuestras aportaciones aparecerán como un comentario.
En todo caso comienzo yo con algunas cosillas:
No creo en la mala suerte pero sí en las malas dinámicas y probablemente yo me encuentre inmerso en una de ellas.
Tengo la cabeza repleta de proyectos que difícilmente se cumplirán si no logro administrarme mejor mi tiempo. Entre ellos se encuentran este blog o la incapacidad de quedar más a menudo con mis amigos/as.
Estar pensando constantemente en lo que dejo de hacer me produce intranquilidad y sensación de desasosiego. Una mala dinámica que en mi opinión es tan responsable de mi esguince de tobillo como el mal gesto que realice ayer en la clase de karate del C.E. Cosmos.
Pero ni de esguinces, ni fastidios quiero escribir sino de la experiencia vivida ayer en el Espíritu Santo de Santa Coloma de Gnet.
Gracias a Salva que me acercó en coche, llegué al hospital a la media hora de haberme esquinzado el tobillo izquierdo. Cojeando y con una bolsa de hielo atada al pie mediante una cuerda de saltar a la comba, me recibió una enfermera que parecía, al igual que yo, inmersa en una mala dinámica.
Soy de la opinión de que trabajar a disgusto es una de las peores cosas que le puede suceder a una persona. Pobrecilla. Contesté al interrogatorio. Como llevaba haciendo toda la tarde la enfermera me indicó la puerta de la sala de espera, desoyendo mis dolorosos lamentos y la petición de una silla para tener el pie en alto.
En fin entré en la sala de espera pensando que hay cosas que podrían mejorarse en la época de los viajes turísticos al espacio y los móviles de tercera generación.
¿Cuánto tiempo hacía que no visitaba el hospital de mi localidad?. Desde luego aquello era una pequeña muestra de la transformación de nuestra sociedad. En el tiempo que esperé hasta que me atendieron, aproximadamente dos horas con el tobillo inflado como una pelota de tenis, pude distinguir inmigrantes de una buena variedad de países. En aquella sala esperaban como yo gitanos del este, marroquíes, pakistaníes, hindúes, gitanos autóctonos,… como mínimo. No había ni un lugar para sentarse, sin embargo, al verme entrar entre todos lograron una silla para que pudiese esperar. Desde luego mis compañeros de dolencias me recibieron mejor que la enfermera. Allí me distraje observando los ropajes típicos de cada región que allí estaba representada (saris, piercings, bindis, los andrajos de los gitanos,…), me enternecí al ver que en la adversidad todo el mundo tenía uno o varios acompañantes o que pese al dolor todos aceptabamos el lento degoteo de pacientes y el turno adjudicado.
Una hora de espera después, un enfermero me pregunto por cual era mi afectación aunque tampoco parecía tener muchas ganas de escucharme más de lo imprescindible, hay que decir que el hospital estaba hasta los topes. Una vez más me denegó la silla para alzar el pie, devolviéndome a la sala de espera.
- Deberías esperar al fondo porque es por allí por donde te llamaran- me dijo el enfermero.
– Pero es que allí no hay sillas para sentarme y de pie no puedo estar- contesté yo.
- Lo siento pero el hospital está a tope y no dispongo de ninguna silla- acabó el enfermero.
En la pared de la sala de espera y en la pequeña consulta en la que me recibió el enfermero había colgados diversos carteles que rezaban: “La mejor medicina es el respeto”, o “La violencia no es respuesta” y se veían los ojos de una persona que vestía un gorro y una mascarilla verdes. Posiblemente un enfermero o un doctor. Seguro que dedicando más medios no habría que hacer llamadas al respeto.
Acepté mi destino y me dirigí a la puerta de traumatología ante la que me senté en el suelo. Después de otra hora y media de espera, me atendieron. Debo decir además que con un trato excelente que distaba mucho de la apatía, casi antipatía de los enfermeros que me recibieron.
Mi reflexión es que la sociedad sufre una transformación profunda, evidenciada en mi caso en el llamativo cambio experimentado por las personas que esperaban a ser atendidas en el hospital de mi pueblo, sin embargo, el servicio sanitario sigue con los mismo problemas de hace 10 o 20 años: Incapacidad para absorber el gran número de pacientes y brindarles un trato digno.
Sin embargo inventamos móviles de tercera generación o vuelos baratos. Un poco más de social-democracia y menos incentivación del consumismo señores políticos.
Quizás en la convalecencia encuentre el camino a la buena dinámica.
David.