domingo, 5 de noviembre de 2006


Este es un fragmento de la entrevista realizada por Catherine Argand al escritor y pensador libanés Amin Maalouf con motivo de la publicación de uno de sus libros.


Me parece excepcional su forma de concebir la identidad personal y de criticar los nacionalismos.

¿Qué opináis?



¿Siente nostalgia?

A.M. Está omnipresente en mi vida. De niño, oía constantemente hablar de la casa de los abuelos que se encontraba en Egipto y que ya no teníamos; de la de mis tátarabuelos en Constantinopla, que tampoco teníamos más. Luego, la guerra en Líbano me alejó de los lugares que me eran queridos. Hoy tengo la sensación de tener detrás de mí una serie de casas abandonadas y países perdidos. Y además, provengo de una civilización que tuvo su momento de gloria y que ya no la tiene. Todas las referencias que tienen un sentido se ubican en el pasado. Eso no quiere decir que soy un hombre ligado a las civilizaciones antiguas y cortado de las realidades de hoy, no. La vida y el mundo contemporáneo me cautivan. Vivimos en una época extraordinaria en la cual somos infinitamente más libres que en ningún otro momento de la humanidad. La sucesión de regímenes democráticos, la amplitud de los conocimientos, el poder de la ciencia me apasionan y me hacen sentir una inmensa gratitud con la vida.

Bizancio, Constantinopla, el Occidente de hoy, ¿todos esos mundos viven en Ud?

A.M. Todo eso pertenece a mi identidad y lo reivindico, como mi doble pertenencia al pasado y al presente. Esta diversidad no la pienso en términos de ruptura sino de riqueza. No suprimo, agrego. Creo que urge romper con la idea de una pertenencia unívoca y exclusiva so pena de acentuar las crispaciones de identidad. Sobre todo porque pertenencia no significa sistemáticamente adhesión. Como le dije, nací en una familia católica dentro de la comunidad melquita. No quiero aparecer como creyente, siento tantas dudas como Baldassarre pero no por eso me ubico fuera de la comunidad. Conservo mis vínculos, mis lazos.

Es un combate que Ud. está librando desde hace mucho tiempo...

A.M. Y que cuestiona fundamentalmente el principio de identidad como identificación a una sola y única causa, ya sea un partido, un país, una religión o una etnia. Allí se juegan cada vez más conflictos. Sobre todo si las culturas nacionales exigen al individuo un modo de pertenencia única.

Podemos imaginar en Líbano una distribución del poder que no sea sólo comunitaria? Aquí, ¿tenemos derecho de ser al mismo tiempo argelinos y franceses en vez de ser "beurs*"? A partir de estas preguntas, hace tres años escribí Les identités meutrières...

1 comentario:

Anónimo dijo...

La veritat és que moltes vegades no em considero capaç de respondre a temes com aquests, pel fet de no saber-ne prou, però sí que en aquesta entrevista hi ha hagut un troç que m'ha cridat l'atenció. "Esta diversidad no la pienso en términos de ruptura sino de riqueza. No suprimo, agrego. Creo que urge romper con la idea de una pertenencia unívoca y exclusiva so pena de acentuar las crispaciones de identidad.". Crec que és una bona manera de veure el fet que provenim d'identitats i cultures molt diferents però això el que no ha de fer és separar-nos els uns dels altres, ans al contrari, aquesta diversitat ha de ser un mecanisme per facilitar-nos el fet d'acceptar a persones molt diferents a nosaltres, ser capaços d'acceptar aquestes diferencies.